domingo, 28 de febrero de 2010

Ciclos y tristeza

Hoy me siento triste. Ayer me sentí triste. Antes de ayer me sentí triste... La sensación de ligereza de la semana pasada se diluyó...  No hubo un evento en particular que generara la tristeza. Sólo así, de pronto volví a llorar. Cuando llega la tristeza, regresa de nuevo el sentimiento de desolación. Si he de decir, no es la desesperación desgarradora de hace unos meses, no es la vida al borde del abismo, pero si es un velo de abatimiento que me dificulta levantarme por las mañanas. Habiendo días en que me escondo debajo de las sábanas para no tener que enfrentarme a mí misma y a los demás. Así esto. De arriba a abajo, de abajo a arriba. 

El jueves vi al Dr. Ortega y hablamos de lo que había pasado en la semana. Desafortunadamente, como había empezado mi periodo no pudimos definir si esta modificación en el estado de ánimo se debió a un cambio en los ciclos o a los efectos del periodo mismo. Sin embargo, me dijo que si para el sábado seguía igual, entonces estábamos hablando de que el trastorno estaba manifestándose. Todo parece indicar que fue esto último. Pues hoy es domingo y yo me sigo sintiendo triste. 

Se retrasó una semana más la definición del tipo de ciclaje que tengo: la variación con la que se dan los cambios de ánimo. Habrá que esperar hasta la próxima cita. La definición del ciclaje nos va a permitir modificar el tratamiento. Con sorpresa me entero que nada de lo que estuve tomando durante un año era lo adecuado. No más carbamezapina, no más duloxetina, las cuales interactuan de forma antagónica en el cerébro y hacen "corto circuito". ¡Dios! ¡Un año tomando los medicamentos incorrectos! Un año perdido. Aquí voy de nuevo, esperanzada en que esta vez sí vayamos por el buen camino. ¿Qué más puede hacer uno sino confiar en el médico?

Por lo pronto, yo estoy triste otra vez, con ese miedo al mundo que se asoma de vez en cuando, y que hago todo lo que está en mis manos por vencer. Así, todos los días racionalizando, y obligándome a no ver cosas malas donde las hay. Aferrándome a todo aquello que me mantiene cuerda y a aquellos chispazos de alegría a lo largo de la semana (como el lindo correo electrónico que recibí hoy del que hablaré la próxima vez). Aferrándome a la barra de seguridad del carrito de la montaña rusa.

lunes, 22 de febrero de 2010

Experimentando con Seroquel

La última vez mencioné el Seroquel. El Seroquel o quetiapina es un atipsicótico atípico o de segunda generación. La quetiapina está indicada para el tratamiento de la esquizofrenia, en cuyo caso se utilizan altas dosis del medicamento, esta siendo utilizado para el Trastorno Límite de Personalidad, así como para el tratamiento de episodios maniacos agudos asociados con el trastorno bipolar tipo I y como monoterapia o como terapia combinada con el litio o divalproex. Actúa sobre la serotonina y la dopamina. Actúan como antagonistas bloqueando sus efectos y producen un estado de tranquilidad e indiferencia inmediatas. Además tiene efectos antidepresivos.

Yo llevo tres meses tomando Seroquel. A veces ni yo misma entiendo los efectos del medicamento. No es que los problemas desaparezcan. Esos no se van, ahí se quedan. Lo que cambia un poco es la manera de percibirlos. La semana pasada era como si gravitara, como si nada de lo que estaba alrededor me tocara. Veía mi amigo A... contándome de forma abrumada todos los problemas que le aquejaban, y lo único que se me ocurría era ponerme a cantar, y decirle que no había nada de que preocuparse. Yo me sentía levitar. Esta sensación de tranquilidad, sin embargo, no aparece desde el principio. Se necesita teimpo. La mayoría de los siquiatras empiezan con dosis muy pequeñas, hasta ir llegando a la más adecuada. Yo empecé en noviembre con 50mg de Seroquel, apenas hace unos días llegué a 450mg, y creo que apenas he empezado a sentir  alguna diferencia.

Es tan difícil de explicar esto. La gente no entiende la necesidad de tomar dos o tres pastillas diarias para mantener un estado de ánimo equilibrado. Si tienes que tomar medicamentos es porque eres débil, porque no tienes la suficiente fuerza de voluntad para enfrentar los problemas. Hay que echarle ganas, te dicen ¿Echarle ganas? A poco uno se quita una alergia, echándole ganas, o combates la diabetes echándole ganas. La gente no entiende que las medicinas están para hacernos la vida más fácil, y en algunos casos para salvárnosla.

La medicina tampoco es magia, no son pastillas de la felicidad. Tardan tiempo en hacer efecto, y hay que probar muchas combinaciones, es un ejercicio de prueba y error. Y a veces cuando parece que ya llegamos al punto adecuado, siempre hay la posibilidad de recaer, que la enfermedad sea más fuerte que todo lo demás, y haya que volver a empezar.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Nuevas sensaciones

Ahora he estado un poco lejos de este blog, no por voluntad mía he de decir, pero así ha sido. He tenido tanto que escribir, tanto que decir. Me he observado ultimamente y he notado que la ansiedad ha desaparecido en los últimos días. Ahora más bien parece que voy navegando en aguas tranquilas. Es una sensación extraña para mí, pues normalmente o estoy deprimida o estoy en estado hipomaniaco. Creo que no me reconozco por completo. Parece que veo las cosas desde otra dimensión, una en la que no hay tragedia, ni angustia. Extraño sentimiento después de todos estos meses donde la desolación era mi más cercana compañera.

Es curioso, pero ya no lloro, aunque quiera hacerlo ya no lloro. ¿Será el efecto del Seroquel? Podría decir que sí. Finalmente vamos llegando a la dosis adecuada. Se tardaron los doctores per ahí vamos. No sólo no me siento al borde del abismo, sino que estoy más calmada, como decía, sin esa ansiedad que a veces me carcome y no me deja pensar, y me hace exagerar las cosas y sobredimensionarlas. Ahora, cuando me siento mal es como supongo deben sentir el resto de los mortales, ya no siento esos latigazos que parece que me van a destrozar una parte del cerebro. Ya no pienso que el mundo se va a caer a pedazos. He podido trabajar más de tres horas seguidas, pues como que la concentración está llegando. Y bueno, como ya no lloro cada 20 minutos, y la ansiedad ya no se arremolina en mi mente, he podido pensar (y pasar más de tres horas sentada sin brincar de un lado al otro). En general tengo menos miedo del mundo, aunque todavía me cuesta trabajo salir de la casa.

Extraño las épocas de la hipomanía, hace casi un año que no experimento esa sensación de bienestar absoluto -aunque siempre combinado con la eterna ansiedad. El doctor Ortega dice que lo último que queremos ahora es inducir una fase hipomaniaca, pero realmente las extraño. Sin embargo, el estado actual no está tan mal, por lo menos tengo la sensación de que encajo más en el mundo. Este mundo que no está hecho para aquellos que organizan sus ideas de forma distinta. Este mundo que no acepta las lógicas diferentes. Pero con todo, aquí estamos, tratando de sobrevivir a la montaña rusa.